Tras el shock que produjo la Covid-19, la economía española comenzó a recuperarse favorecida por un contexto de abundancia de liquidez financiera, lo que impulsó un incremento del precio de las materias primas, que se unió a las tensiones logísticas internacionales, que ha derivado en un importante aumento de la inflación, espoleado aún más por los efectos de la invasión rusa de Ucrania, cuyas consecuencias se están trasladando a todas las actividades económicas, principalmente, por la fuerte dependencia de la energía.
El sector agrícola ha registrado un aumento de los costes de producción, fruto del alza de la energía y de insumos tan necesarios como los fertilizantes, lo que ha estrechado los márgenes de rentabilidad y ha motivado la necesidad de incrementar el precio de venta en origen para mantener un adecuado retorno de la inversión que garantice la supervivencia y la continuidad de la actividad.
Para afrontar esta situación, los agricultores han de impulsar un modelo de producción sostenible desde todos los puntos de vista, tanto económico como social y medioambiental. Es decir, han de apostar por cultivos considerados de alto valor que les reporten autosuficiencia o rentabilidad suficiente, que sean viables desde el punto de vista técnico y monetario, además de permitir un desarrollo social en armonía y equilibrio con el entorno en el que se lleva a cabo, de forma que favorezca la biodiversidad natural.
Este tipo de cultivos de alto valor, entre los que se encuentran el almendro, el pistacho, el olivar, el nogal, el aguacate y los cítricos, por su evolución positiva en los mercados y su demanda creciente, representan una oportunidad ante otros más tradicionales y de escasa rentabilidad. Eso sí, para una correcta gestión de la finca en cada fase del cultivo, es fundamental contar con asesoramiento especializado para minimizar el riesgo en la toma de decisiones y disparar las probabilidades de éxito.
Futuro a corto y medio plazo
Los economistas prevén que, como consecuencia de los problemas existentes en la cadena de suministros, el aumento de los costes de la energía y la creciente demanda mundial en el contexto geopolítico actual, los precios de los alimentos continuarán creciendo. Además, anticipan que los precios de los alimentos se mantendrán elevados durante todo el año 2022, acelerando la inflación de los alimentos.
A pesar de todo, hay que tener en cuenta que la agricultura es una actividad estable y resiliente a las situaciones de estrés y crisis económicas, por encima otros sectores económicos, tal y como ha demostrado en anteriores ocasiones, debido, en gran medida, a su pujanza exportadora y su orientación hacia el mercado exterior.