Según el informe de la FAO titulado Revisión científica del impacto del cambio climático en las plagas de las plantas, el cambio climático plantea un desafío significativo para la comunidad fitosanitaria internacional y su capacidad de responder efectivamente ante los desafíos que presentan las plagas en la agricultura.
En este contexto, la Gestión Integrada de Plagas (GIP) surge como una estrategia fundamental para abordar varios de los desafíos actuales en la agricultura respecto al control de plagas agrícolas.
¿Qué es la Gestión Integrada de Plagas (GIP)?
La Gestión Integrada de Plagas (GIP) es una estrategia integral para el control de plagas que combina múltiples técnicas y prácticas para proteger los cultivos de manera efectiva y sostenible. Este enfoque fusiona medidas biológicas, químicas, físicas y culturales, con el objetivo de disminuir la dependencia del uso de productos fitosanitarios y reducir los riesgos asociados a su uso.
Tanto el MAPA como la Junta de Andalucía cuentan con guías prácticas de GIP para cultivos específicos.
Los componentes principales de la GIP son los siguientes:
- Vigilancia y muestreo: Se realiza un seguimiento continuo de las poblaciones de plagas mediante técnicas de muestreo para determinar su densidad y dinámica poblacional.
- Umbrales de intervención: Se definen umbrales críticos para determinar cuándo es necesario implementar medidas de control, evitando intervenciones innecesarias y costosas, y asegurando un uso más eficiente de los recursos.
- Intervención selectiva: La intervención se realiza únicamente cuando las poblaciones de plagas superan los umbrales establecidos. Se emplean métodos de control lo menos perjudiciales posibles para los organismos beneficiosos y el medio ambiente.
- Métodos de control: la GIP utiliza una variedad de técnicas para el manejo de plagas, que incluyen:
- Control Biológico: Uso de enemigos naturales de las plagas para reducirlas de manera natural.
- Control Físico y Mecánico: Intervención directa para la eliminación de plagas, ya sea de forma manual, utilizando equipos específicos o alterando las condiciones del entorno para impedir su supervivencia.
- Control Químico: Aplicación de productos fitosanitarios químicos de manera selectiva y racional para minimizar su impacto negativo sobre el medio ambiente y la salud.
- Control Cultural: Prácticas agrícolas que favorecen la presencia de seres vivos beneficiosos para los cultivos y dificultan la supervivencia de las plagas.
- Control Etológico: Modificación del comportamiento de las plagas para reducir su impacto.
Beneficios de la Gestión Integral de Plagas en la agricultura
En un contexto de crisis ambiental, el GIP se vuelve aún más relevante y necesario por varias razones:
- Control responsable: Se priorizan métodos de control específicos y de bajo riesgo, minimizando así el impacto ambiental.
- Reducción de fitosanitarios: Disminuye el uso de productos fitosanitarios, reduciendo así la contaminación ambiental y la presencia de residuos en los alimentos, el suelo y el agua.
- Mejora de la calidad de cultivos: Promueve la producción de cultivos sanos y de alta calidad.
- Rentabilidad económica: Al reducir los costos de producción y mejorar la calidad de los productos, la GIP ayuda a los productores a ser más rentables y competitivos en el mercado.
- Educación y adaptación: Capacita a los productores en prácticas agrícolas que promueven la creación de sistemas agrarios sostenibles y resilientes.
En el marco de la crisis ambiental actual, el enfoque multifacético de la GIP permite una gestión más equilibrada y sostenible de las plagas. Esta estrategia no sólo promueve un control efectivo y menos dependiente de fitosanitarios químicos, sino que también contribuye a la preservación del medio ambiente y la salud pública.