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Plagas y enfermedades del olivo

plagas y enfermedades del olivo

Los cultivos de olivar presentan una serie de plagas y enfermedades que suponen una importante amenaza para el agricultor porque pueden reducir notablemente el volumen de producción de la campaña y, por lo tanto, la rentabilidad final. Por ello, es imprescindible conocer cada una de ellas para hacerles frente de la forma más adecuada y eficaz, en busca de su erradicación, para que no persistan.

Conviene recordar la diferencia entre plaga, que es la aparición masiva y repentina de seres vivos en un cultivo causando numerosos daños vegetales, y enfermedad, que consiste en la alteración de la salud vegetal de un cultivo.

Principales plagas del olivo

Nos encontramos con la mosca del olivo, el barrenillo, el prays del olivo, el algodón del olivo y la cochinilla de la tizne.

La mosca del olivo

Díptero similar a la mosca común, aunque de un tamaño menor, que puede afectar al olivar en cualquier modalidad de plantación. Primavera es la época de mayor afectación porque las moscas adultas se alimentan de las flores. Las hembras depositan sus huevos en las aceitunas que no están picadas con anterioridad y en pleno desarrollo; posteriormente, la larva crece en el interior reduciendo la calidad, el peso y el rendimiento de la aceituna. Se reconocen las aceitunas afectadas por la aparición de manchas, con tonalidades amarillentas y blanquiverdes. Para su erradicación, se recomienda un correcto tratamiento fitosanitario.

El barrenillo

Es un pequeño escarabajo, habitual de la cuenca mediterránea, que se reproduce dentro de la madera de poda, a través de un orificio elaborado por la hembra. Se suele hacer visible a través del debilitamiento del árbol y una merma de producción. Es difícil de combatir y erradicar por su forma de reproducirse y su modo de vida (insecto de interior), por lo que se recomienda eliminar los restos de poda lo antes posible.

El prays del olivo

Similar a una polilla de color gris, visible en tres fases. En otoño, a partir de octubre y noviembre, las larvas penetran en el interior de la hoja realizando una galería; en primavera, en torno a abril, nace el ejemplar adulto, en la que la polilla pone las larvas en los botones de las flores y estas se introducen en el interior de la flor alimentándose de los estigmas; después, las mariposas ponen sus huevos en la aceituna ya cuajada y las larvas penetran en su interior para alimentarse de la planta. Los daños son visibles tanto en las flores como en las hojas y se aprecia en la caída del fruto. Para su control, es recomendable aplicar un tratamiento fitosanitario.

El algodón del olivo

Se trata de un insecto picador-chupador que se alimenta de la savia y los nutrientes del olivo, que debe su nombre a que las larvas segregan una cera de color blanco que cubre las yemas y los brotes nuevos de forma similar al algodón. Si el nivel de afección es elevado, seca muchas flores y afecta al cuajado del fruto, mermando la producción.

La  cochinilla de la tizne

Este patógeno succiona la savia a la vez que excreta una melaza que impregna las hojas. Sus daños se hacen visibles a través de la reducción de la capacidad fotosintética del árbol y una reducción de la brotación vegetal. La forma más habitual y sencilla de combatirla es mediante una correcta poda que proporcione una óptima ventilación del árbol. También se puede utilizar control biológico mediante avispas, que son depredadores naturales de la cochinilla de la tizne y sus huevos, así como tratamientos fitosanitarios, fundamentalmente, en el momento de eclosión de los huevos.

Principales enfermedades del olivo

Son el repilo del olivo, la xylella fastidiosa, la verticilosis, la aceituna jabonosa, la tuberculosis del olivo y el escudete.

El repilo del olivo

Sus síntomas se aprecian en el haz de las hojas, al aparecer manchas circulares oscuras, incluso, con un halo amarillento alrededor, llegando a producir manchas negras al envejecer. Provoca una defoliación precoz del árbol en las hojas afectadas, aminorando la producción. Los frutos afectados presentan manchas oscuras y arrugas, secándose hasta caer al suelo. Es recomendable un tratamiento químico adecuado con fungicidas para su control.

La xylella fastidiosa

Denominada popularmente el ‘ébola del olivo’ por sus devastadores efectos, se transmite de forma natural entre diferentes plantas debido a la acción de numerosos insectos, que ejercen de vectores, lo que dificulta su control. Afecta al flujo normal de la savia, provocando marchitez, secado de las hojas y ramas e, incluso, la muerte de la planta. Para su control, se recomienda delimitar la zona infectada, eliminar todas las plantas hospedadoras en un radio de 100 metros alrededor y limitar el material vegetal sensible.

La verticilosis

Penetra por las raíces desde el suelo, hasta alcanzar el sistema vascular y también a través de heridas de la poda. Se hace visible por la defoliación, cuyas hojas infectadas, al caer al suelo, se descomponen y comienzan de nuevo el proceso infeccioso. Es muy difícil de controlar y erradicar porque el Verticillium puede sobrevivir en el suelo durante años, desarrollando resistencias a condiciones ambientales y biológicas adversas.

La aceituna jabonosa

Es un hongo que ataca a la aceituna, aunque también puede afectar a las hojas, los tallos y los brotes, cuyos síntomas se aprecian con manchas ocres alrededor del punto de entrada de la infección y aparece una especie de gelatina amarilla cubriendo el fruto. Suele aparecer al comienzo del otoño, con las primeras lluvias y provoca pérdidas en la cosecha, debilitando el árbol y devaluando el producto final.

La tuberculosis del olivo

Se trata de una bacteria que produce heridas en el tronco, el tallos, las hojas y los frutos. La enfermedad se hace visible al desarrollar un conjunto de tumores visibles en la planta llegando a provocar la muerte de brotes y ramas, además de debilitar el árbol, que produce aceitunas de mala calidad. Un método sencillo para su control consiste en arrancar y quemar las ramas afectadas.

El escudete

Es una enfermedad que ataca al fruto generando una marcha en forma de escudete, provocando un sabor ácido en el aceite y, por tanto, mermando su calidad. No suele propagarse con facilidad, pero, si aparece, se recomienda actuar con la mayor rapidez posible para reducir los posibles daños, aplicando tratamientos con fungicidas cúpricos.

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