Claves del manejo del agua y el fertirriego en cultivos emergentes

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Claves del manejo del agua y el fertirriego en cultivos emergentes

Claves del manejo del agua y el fertirriego en cultivos emergentes

El agua es un recurso imprescindible para la vida y, sin embargo, cada vez más escaso en la Tierra. Una de las actividades económicas más importantes y que más agua necesita para garantizar la supervivencia de la Humanidad es la agricultura. Precisamente, este sector es el que más agua consume en el mundo cada año, nada menos que el 70% del total de los recursos existentes. Por este motivo es imprescindible optimizar su uso para el riego de los cultivos.

¿Qué es el fertirriego?

Relacionado con el riego nos encontramos el concepto del fertirriego, que es una técnica que consiste en aportar a la planta los nutrientes que necesita, a través del agua de riego. De esta forma, los fertilizantes minerales con los que alimentamos nuestro cultivo se encuentran disueltos en el agua para que la planta los absorba al aplicar el riego.

Aunque se ha empleado con éxito en sistemas de regadío por gravedad y aspersión, el fertirriego es especialmente útil cuando se utiliza el riego localizado, pues el aporte de los nutrientes se lleva a cabo mediante dispositivos instalados en el cabezal, mayoritariamente. Se ha demostrado que la técnica del fertirriego produce un mayor aprovechamiento de los recursos aportados por parte de la planta, de ahí la importancia estratégica de su uso para la optimización de los mismos.

Fertirriego en cultivos emergentes

En la actualidad, existe una serie de cultivos emergentes en España, tales como la pitaya, la trufa, el cáñamo y la higuera, cuyo éxito depende no solo de la productividad y la rentabilidad que arrojen sus frutos para el agricultor; también están condicionados por la eficiencia en su modelo de gestión de los recursos, entre ellos, el agua y los fertilizantes, que se encuentran entre los más importantes.

Cultivo de pitaya

Los cultivos que se están desarrollando con pitaya, pitahaya o fruta del dragón están arrojando buenos resultados debido a su elevada cotización en el mercado, al considerarse un fruto exótico y de escaso volumen ofertado. Se trata de una planta de la familia de los cactus, cuyo fruto es muy suculento y nutritivo, con un gran contenido en vitamina C, que ha comenzado a ensayarse con éxito en invernaderos. Aunque aterrizó inicialmente en las Islas Canarias, la pitaya es ideal para las condiciones climáticas y de suelo de regiones como Andalucía, donde se ha ido extendiendo, junto a la Región de Murcia y Comunidad Valenciana, pues necesita muchas horas de luz y apenas requiere agua, lo que representa una de las mayores ventajas de este cultivo ante la actual situación de escasez y sequía.

En la actualidad, la superficie de cultivo de pitaya en España aún es minoritaria, con alrededor de 20 hectáreas, con Andalucía y, especialmente, Huelva, como las principales zonas de expansión; y se prevé que a lo largo de la próxima campaña, el área de producción de pitaya se multiplique por cinco. Las temperaturas ideales para el desarrollo de la pitaya corresponden con un clima templado, de entre 10 y 35 grados centígrados.

El sistema de riego que se emplea para el cultivo de pitaya, mayoritariamente, es por goteo. Los suelos requeridos para el cultivo de pitaya deben ser fértiles y con buen drenaje, con un buen número de horas de exposición solar o media sombra, en el caso de que el clima sea excesivamente caluroso, para lo que es adecuado el cultivo protegido.

Cultivo de higuera

En el caso de la higuera, es un cultivo alternativo para determinadas zonas, en muchos casos, deprimidas, en las que no es viable la implantación de otras especies de regadío o con mayores necesidades hídricas. Eso sí, es fundamental incorporar tecnología en el proceso productivo para mejorar los aspectos agronómicos, entre ellos, el empleo de fertirriego, lo que permitirá incrementar la producción y la calidad de los frutos, que a su vez será más homogénea, contribuyendo a una mejor cotización.

En España, el cultivo de higuera se realiza tradicionalmente en secano, aunque está creciendo la superficie de regadío dedicada, sobre todo, a variedades bíferas, es decir, que puede producir brevas e higos, arrojando así una mayor productividad y rentabilidad para el productor. Extremadura, Andalucía y Baleares son, por este orden, las principales zonas productoras en el territorio español; lidera el ranking Extremadura, con más de 5.800 hectáreas, seguida de Andalucía, con 2.400, y Baleares, con 2.200. Existen otras regiones que están viendo crecer la superficie de cultivo de higuera empleando desde sus comienzos el regadío, entre ellas, la Comunidad Valenciana, con alrededor de 600 hectáreas, además de Cataluña y Castilla y León, ambas con algo más de 400 hectáreas.

El cultivo de higuera requiere pocas dosis de riego, pues se considera un árbol muy resistente a la sequía, pero estas deben ser constantes y con mayor intensidad en las épocas de mayor calor. Eso sí, se deben evitar los encharcamientos para prevenir la aparición de podredumbre en las raíces de la planta. En aquellas zonas donde se emplea el regadío, el sistema utilizado, principalmente, es el de goteo.

La higuera es típica de climas mediterráneos, cálidos y secos, de ahí su alta tolerancia a temperaturas relativamente extremas, tanto altas como bajas. Además, se desarrolla en una gran variedad de suelos, tanto arenosos como pedregosos, aunque el suelo óptimo para el cultivo de higuera debe disponer de un buen drenaje, ligero y con un pH tendente a ser alcalino, al beneficiarle un alto contenido en calcio.

Cultivo de trufa

La trufa es un fruto dotado de excelentes cotizaciones, por lo que su cultivo representa una gran oportunidad y cuenta con un enorme potencial de crecimiento. Por ello, es muy importante llevar a cabo una óptima aplicación del riego y los fertilizantes. España, con más de 14.000 hectáreas, es el mayor productor de trufa del  mundo y sus principales zonas truferas son Aragón, que sobresale en el ranking con una superficie superior a las 10.000 hectáreas, seguida de Valencia, Castellón, Cataluña, La Rioja, Navarra, Guadalajara, Cuenca y Soria. Castilla-La Mancha se considera un territorio en plena expansión, donde está prevista la forestación de más de 1.000 hectáreas dedicadas al cultivo de trufa.

Hay que tener en cuenta el auge que está experimentando la Región de Murcia en el cultivo de la variedad de trufa denominada turma o trufa del desierto, en el que esta comunidad autónoma es pionera mundial y en los últimos años se ha quintuplicado su producción.

Su exclusivo cultivo convierte a la trufa en un producto muy cotizado en el mercado, con un 80% de su volumen destinado a la exportación. Para ello, se requiere un clima bastante extremo, en zonas con inviernos muy fríos, veranos calurosos y frecuentes lluvias. El tipo de suelo óptimo para el desarrollo de la trufa suele ser calizo, con terrenos aireados, ligeramente alcalinos (pH entre 7,5 y 8,5), con baja materia orgánica.

El agua es fundamental para el cultivo óptimo de la trufa, con requerimientos hídricos en función de la época y la edad de la planta. Para el desarrollo de la planta son necesarios unos 350 litros por hectárea cada 15-20 días. El sistema de riego más recomendado para cultivar trufa es la aspersión y la microaspersión.

Cultivo de cáñamo

El cáñamo se cultiva, principalmente, con fines medicinales y, en los últimos años, ha experimentado un incremento en su superficie debido a los cambios que están experimentando las normas de numerosos países respecto a sus aplicaciones, lo que se traduce en unas buenas expectativas de futuro, con importantes cotizaciones. Se trata de un cultivo que no es especialmente exigente en cuanto a necesidades nutricionales, aunque es importante mantener un buen nivel de hidratación y aplicación de aquellos nutrientes necesarios. Para ello, el modelo más óptimo es el fertirriego, que aporta lo que la planta necesita y evita cualquier tipo de estrés abiótico, además de prevenir la incidencia de agentes bióticos.

La superficie cultivo de cáñamo en España está creciendo exponencialmente y se ha multiplicado por ocho desde 2016, superando las 500 hectáreas en 2020. Aunque tradicionalmente se ha empleado como fuente de fibra para uso textil o papel, su actual uso requiere poner especial cuidado en su cultivo, pues el productor debe ser consciente de la normativa vigente para su plantación, de las finalidades permitidas y de las obligaciones que debe cumplir.

Son numerosas las zonas de España en las que se están desarrollando cultivos, tanto bajo el paraguas de centros de investigación como por parte de la iniciativa privada. Cantabria, Galicia, Cataluña, Extremadura, la Comunidad Valenciana y Andalucía se erigen como territorios en crecimiento, esta última de la mano de la agricultura protegida, que pone a disposición del cultivo el control del clima para su óptima producción.

En cuanto al cultivo de cáñamo al aire libre, el clima de España se considera idóneo para su desarrollo, debido a las horas de luz y a la irrigación que las plantas requieren para su crecimiento fenológico. Además, el cáñamo es una planta biodegradable cuyo cultivo necesita menos fertilizantes, agua y productos fitosanitarios que otros vegetales cultivables.

El cultivo de cáñamo se desarrolla de forma óptima en una horquilla de temperatura de entre 17 y 25 grados centígrados durante el día y por encima de 12 grados centígrados durante la noche, con alta humedad relativa. Necesita agua tras la siembra y, posteriormente, cada dos semanas, con una media de entre 1.500 y 3.000 metros cúbicos por hectárea. El sistema de riego más utilizado es el goteo.

El suelo idóneo para el cultivo de cáñamo suele ser profundo y no muy compacto para que pueda desarrollar su raíz principal y las secundarias, con un pH de entre 6 y 7, con una textura con la menor arcilla posible y una adecuada cantidad de materia orgánica.

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