El cultivo de pistacho en España ha experimentado una eclosión en los últimos años, multiplicándose por más de 12 veces su superficie de cultivo, al pasar de 5.274 hectáreas en 2012 a un total de 66.466 hectáreas en 2022, según los datos de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos Cultivos (Esyrce) , de las que alrededor del 50% se desarrollan bajo el modelo de agricultura ecológica, lo que otorga una mejor cotización media para el producto.
Aunque algo más de dos tercios (68%) de la extensión total se cultiva en régimen de secano, destaca la tendencia creciente al establecimiento de sistemas de regadío en las explotaciones de pistacho, lo que pone de relieve la importancia de gestionar y planificar los recursos hídricos disponibles a través de mecanismos que optimicen el uso del agua y promuevan el ahorro. Hace diez años tan sólo se cultivaban en regadío 840 hectáreas, mientras que en la actualidad ya son 18.600 las hectáreas con riego.
La campaña de pistacho 2022/2023 se ha desarrollado de una forma muy estable en cuanto a precios, con una media de 4,5 euros el kilo. La caída de la oferta mundial, en torno a un 5%, hasta las 791.000 toneladas hacía pensar en una mejora de las cotizaciones, pero la elevada inflación y el deterioro del poder adquisitivo de las familias ha provocado un descenso del consumo doméstico a escala mundial del 13,6%, así como a escala nacional (-14%).
Con Castilla La-Mancha como la comunidad autónoma líder en cultivo de pistacho en España, con más del 75% de la superficie de este fruto seco, las estimaciones para los próximos años indican que este fruto seco multiplicará el volumen de toneladas puestas en el mercado debido a la entrada en producción de las nuevas plantaciones. Este incremento será la consecuencia del aumento de producción del 67% de las plantaciones, que se encuentran en un periodo aún joven, unido a otro 16% que están en su primer año de desarrollo.
Este aumento en el volumen de pistacho cultivado en España vendrá a dar respuesta al auge de la demanda interna de este fruto seco, que históricamente ha presentado una balanza comercial negativa. De esta forma, la producción autóctona absorberá las necesidades de los consumidores españoles y se eliminará la tradicional dependencia del pistacho importado, procedente de Estados Unidos e Irán, principalmente, lo que ofrece un amplio margen de mejora para el desarrollo de este cultivo.
Un cultivo rentable
A pesar de la lenta y paulatina entrada en producción del pistachero, se trata de un cultivo de alto valor y rentable para los productores. La mayoría de las fincas que se están implantando en España en los últimos años son plantaciones intensivas, de entre 300 y 500 árboles por hectárea, en régimen de secano, así como con riego deficitario (menos de 1.500 metros cúbicos de agua por hectárea y año) y regadío (más de 1.500 metros cúbicos de agua por hectárea y año).
Teniendo en cuenta el precio medio registrado en los últimos años, según recoge Plataforma Tierra, con un promedio de 4,74 euros el kilo, el retorno de la inversión de un cultivo intensivo en regadío es de 12 años, con un rendimiento en pleno desarrollo de 2.000 kilos por hectárea; intensivo con riego deficitario, 13 años y una productividad de 1.500 kilos por hectárea; e intensivo en secano, 14 años y un rendimiento de 1.000 kilos por hectárea.
Según los datos del INEE , el tamaño medio por explotación ha pasado de 2,45 hectáreas en 1999 a 11,38 hectáreas en 2020, lo que otorga mayores ventajas derivadas de las economías de escala.
