En fruticultura, la labor de fertilización depende de numerosos factores, fundamentalmente, del nivel de producción, la textura y profundidad del suelo, la orografía y climatología de la zona donde se ubica el cultivo, así como de la variedad y la edad del mismo. Cuanto mayor sea el conocimiento de estas características por parte del agricultor, podrá programar el abonado de forma más óptima, redundando en unos mejores rendimientos de la explotación y, a la postre, en la rentabilidad final.
Antes de realizar la plantación del pistachero, es recomendable realizar una buena labor de abonado de fondo sobre la finca, ya sea con estiércol, humus de lombriz o compost, para mezclarlo con la mayor cantidad de suelo posible, de forma que las reservas de nutrientes se mantengan durante más tiempo.
Una vez injertadas las plantas de pistacho, los primeros cinco años son muy importantes para el desarrollo del cultivo y deben centrarse en las labores de poda de formación, por lo que la producción no ha de ser prioritaria. Por lo general, será a partir del sexto o séptimo año de vida, cuando el pistachero comience a ser productivo y sea necesaria una analítica de sus hojas para conocer el estado nutricional del árbol y la situación del suelo.
En árboles jóvenes, en proceso de formación, será el suelo el que arrojará los indicadores que el agricultor necesitará para llevar a cabo un correcto programa de fertilización, teniendo en cuenta las dosis, la mejor época para fertilizar, la zona donde se aplica (normalmente junto a las raíces), el tipo de fertilizante y el manejo del riego.
Los principales fertilizantes que necesita un cultivo de pistacho son el nitrógeno, el fósforo y el potasio, aunque también se le puede aplicar, en función de sus necesidades, calcio, boro y zinc, entre otros.
Por lo general, los árboles jóvenes requieren más nitrógeno, de ahí la importancia del abonado de fondo previo a la plantación del cultivo. Cuando se requiere más cantidad, la mejor época para aplicarlo va desde la primavera al inicio del verano. Un exceso de nitrógeno puede ocasionar sensibilidad a enfermedades fúngicas, afectando negativamente al desarrollo del fruto.
Si se aporta una buena fertilización de fondo previa a la plantación, las necesidades de fósforo y potasio se reducen considerablemente hasta la edad adulta del pistachero. Para conocer las necesidades en cada momento, se recomienda realizar análisis foliares.
El fósforo incrementa la eficiencia del agua de riego y la resistencia a las enfermedades, mejorando la productividad a todos lo niveles, tanto en el rendimiento como en la calidad y el tamaño del fruto. En los años de baja producción, por el carácter de vecería que tiene el pistacho, el fósforo queda almacenado.
Por su parte, el potasio es el encargado de regular la transpiración de la hoja, aumenta la resistencia al estrés provocado por las bajas temperaturas, así como a las plagas y enfermedades, acelera la maduración de los frutos y mejora su calidad. Se necesita humedad en el suelo para favorecer la absorción de potasio por parte de la planta. En los años de elevada producción derivada de la vecería, la demanda de potasio del cultivo es mayor. El exceso de potasio provoca pérdida de calidad del fruto porque bloquea la absorción de elementos como el calcio y el magnesio.
Otros elementos como el calcio, estimulan el desarrollo de las raíces y las hojas y reduce la acidez del suelo, así como la toxicidad del manganeso, el cobre o el aluminio; el boro mejora el desarrollo de las flores y el cuajado de los frutos, aunque su exceso provoca toxicidad; y el zinc facilita las reacciones metabólicas y se asocia al polen y al desarrollo de la semilla.