Un agricultor puede cultivar su explotación a través de un sistema de regadío o de secano. La diferencia radica en la disponibilidad de agua existente en la zona para dedicarla al riego, lo que suele condicionar la elección del productor a la hora de optar por uno u otro tipo de cultivo. Debido a la escasez de recursos hídricos en buena parte del territorio nacional, la mayoría de los cultivos existentes en España se desarrollan en régimen de secano, superando los 13 millones de hectáreas, frente a los 3,8 millones de hectáreas de aquellos que utilizan riego, según los últimos datos de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos Cultivos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Aquellos agricultores que optan por el regadío han de hacerlo desde un punto de vista sostenible, en todos los aspectos, tanto en el apartado económico, como social y medioambiental, pues el agua es un recurso cada vez más escaso y caro, de ahí que los cultivos que deben desarrollarse bajo este sistema han de ser de alto valor para poder cumplir estos requisitos de sostenibilidad.
Los cultivos de secano, que dependen únicamente del agua de lluvia, suelen arrojar menos margen de rentabilidad para el productor, aunque eso no significa que no haya cultivos de secano rentables. Para tener éxito, el agricultor debe elegir muy bien qué cultiva. Y para ello, resulta fundamental conocer las características del terreno, la climatología de la zona y la situación del mercado de cada cultivo de secano.
Históricamente, entre los cultivos de secano más rentables en España destacan, principalmente, el viñedo, el almendro, el olivo, el castaño, el cerezo, el higo y el algarrobo, en el apartado de árboles frutales, todos ellos, muy adecuados para zonas con escasas precipitaciones. A ellos se unen algunos cereales, principalmente, el trigo, la avena y la cebada, aunque en este caso conviene estar muy atento a la lonja de precios. En el apartado de las leguminosas, nos encontramos con el guisante, el garbanzo, la lenteja y la haba. También hay que destacar el buen comportamiento del girasol, enclavado en el marco de los cultivos industriales, empujado por el incremento de los precios de los piensos, como consecuencia del encarecimiento de los cereales, lo que revaloriza la harina de girasol.