La situación de sequía persistente que padece España y los crecientes efectos derivados del cambio climático hacen necesaria la búsqueda de alternativas para la obtención de los recursos hídricos necesarios para el correcto desarrollo de la agricultura de regadío. Entre las alternativas más viables destacan la desalación y la regeneración de aguas, dos opciones que han experimentado mejoras tecnológicas y de eficiencia en los últimos años, lo que está repercutiendo en una mejora de los costes asociados a las mismas.
Aunque la reutilización de agua en España se viene efectuando con éxito desde hace más de quince años, se estima que en la Unión Europea sólo se regenera y se reutiliza el 2,4% del total de las aguas residuales urbanas depuradas, cuya cifra global supera los 40.000 millones de metros cúbicos, según los datos de la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR).
Por otro lado, los expertos calculan que la UE podría regenerar hasta seis veces más agua de la que recupera en la actualidad, pues hay muchos países que apenas llegan a un grado de depuración de aguas residuales del 5%, frente a unos pocos que se acercan al 90%. Estos datos ponen de relieve el margen de crecimiento existente en esta alternativa para hacer un uso más eficiente del agua.
Con la entrada en vigor del nuevo Reglamento europeo sobre reutilización del agua para riego agrícola se espera que la nueva normativa impulse esta opción de recursos hídricos no convencionales, mejorando también la protección de la biodiversidad, contribuyendo a reducir la contaminación y la presión sobre la disponibilidad de agua en el futuro. Este reglamento, que se aprobó en junio de 2020, ha entrado en vigor el pasado 26 de junio.
Desde el propio Parlamento Europeo destacan que, gracias a esta normativa, se podría llegar a reutilizar hasta 6.600 hectómetros cúbicos de agua en la UE en 2025, frente a los 1.100 hectómetros cúbicos anuales de la actualidad, con una inversión de apenas 700 millones de euros, evitando más de un 5% de las extracciones directas de fuentes superficiales y subterráneas.
La desalación, en auge
En cuanto a la desalación de agua, en España se estima que el 20% de los recursos hídricos obtenidos mediante este procedimiento se destinan a la agricultura, aumentando el porcentaje en algunos territorios como ocurre en la Demarcación Hidrográfica del Segura, donde se supera el 60%. Además, algunas de las mayores desaladoras del país ubicadas en el sureste peninsular se destinan prácticamente al 100% a producir agua desalada para uso agrario, entre ellas, la de Águilas-Guadalentín (Murcia) y la de Torrevieja (Alicante).
El agua desalada, al igual que la regenerada, sirve para hacer frente al estrés hídrico existente en muchas zonas de España, de ahí la necesidad de alejar su utilidad y eficiencia del debate político. Se trata de un recurso que, desde hace años, se ha convertido en imprescindible en algunas islas del archipiélago canario, así como en las provincias de Almería, Murcia y Alicante, debido a su escasez de agua y donde se desarrolla una agricultura de alto valor que representa el motor de su economía.
Entre las ventajas del uso de agua desalada para la agricultura, la principal es la posibilidad de contar con recursos hídricos de una forma constante y sin depender de la climatología ni de las aguas subterráneas. Con ello, se garantiza la capacidad productiva, así como la calidad de los productos cultivados, al ser posible ajustar los parámetros del agua desalada a las necesidades concretas de un determinado suelo o cultivo. Además, la desalación ayuda a recuperar aquellos suelos salinizados o degradados, permitiendo la utilización de aguas salinas gracias a la tecnología que emplea.
El reto que aún tiene por delante la desalación de agua es el del abaratamiento de su producción, aunque se está avanzando cada vez más en él, mediante la introducción de mejoras tecnológicas, así como de economías de escala.