Los árboles necesitan dióxido de carbono para su desarrollo vegetativo y su crecimiento. Por ello, representan una de las mejores opciones para secuestrar y compensar la huella de carbono. La estrategia de plantar árboles se erige así en una solución contra el cambio climático y el calentamiento global.
La capacidad que poseen los árboles de absorber dióxido de carbono y de producir oxígeno los convierte en sumideros de carbono o pulmones del planeta, contribuyendo de esta forma a contrarrestar los efectos de la creciente concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
¿Cómo funciona un árbol para actuar con sumidero de carbono?
Los árboles almacenan dióxido de carbono, a través de la fotosíntesis, que consiste en el proceso metabólico por el que convierten sustancias inorgánicas (dióxido de carbono y agua) en sustancias orgánicas (hidratos de carbono). Durante el mismo, los árboles desprenden oxígeno aprovechando la energía procedente de la luz solar, convirtiéndose en el principal proceso de nutrición de las plantas. El almacenamiento de carbono se produce en los suelos forestales, así como en los productos de madera procesada a través de la fotosíntesis.
El descenso del número de árboles en el mundo, por efecto de la deforestación, está provocando que la absorción de carbono por parte del planeta se esté reduciendo en los últimos años, perjudicando la acumulación de gases de efecto invernadero y provocando el aumento de la temperatura de la atmósfera, que a su vez está generando fenómenos climáticos cada vez más extremos (sequías persistentes y lluvias torrenciales, entre otros).
De ahí la importancia de impulsar la plantación o forestación de árboles en el mundo como una de las soluciones estratégicas para absorber dióxido de carbono de la atmósfera y contrarrestar los efectos del calentamiento global. Además, los árboles juegan un papel fundamental en el equilibrio del ecosistema, contribuyendo a mejorar la biodiversidad del planeta.
¿Cuánto carbono absorbe un árbol?
Según estudios publicados, cada español emite una media de entre 7 y 8 toneladas de dióxido de carbono equivalente al año, una cifra que varía en función de los hábitos de vida de cada uno, principalmente, la energía utilizada en la vivienda, su medio de transporte mayoritario y la alimentación.
Aunque la capacidad de absorción de un árbol varía en función de una serie de variables, como media, cada árbol almacena en torno a 167 kilos de dióxido de carbono al año, lo que equivale a una tonelada de CO2 anual por cada seis árboles en edad madura. Esto significa que sería necesario plantar 67 árboles cada año para compensar las emisiones de carbono de cada habitante de España. Otras investigaciones rebajan la cifra e indican que cada árbol absorbe entre 10 y 30 kilos de CO2 al año y concluyen que los árboles que hay en España son capaces de ejercer como sumidero del 20% de las emisiones de carbono anuales.
Las variables que marcan la capacidad de absorción de carbono de un árbol son: la especie, la edad, el tamaño, el clima y el suelo. Cuanto más rápido crece un árbol y llega antes a la madurez, como por ejemplo, un eucalipto, mayor es su capacidad de absorción de CO2. Otras especies crecen más despacio pero viven más años, por lo que, a la postre, absorben más carbono, como son los casos de la haya y el roble.
¿Cuánto carbono absorben los árboles en el mundo?
Utilizando datos terrestres, aéreos y satelitales, la NASA ha logrado crear un método para evaluar cómo los cambios en los bosques durante las dos últimas décadas han afectado a las concentraciones de dióxido de carbono existentes en la atmósfera.
Según los cálculos de los investigadores de la NASA, los árboles que hay en el mundo absorbieron cada año alrededor de 15.600 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono de la atmósfera entre 2001 y 2019, mientras que la deforestación, los incendios y otros fenómenos liberaron una media de 8.100 millones de toneladas métricas de carbono al año. Además, estos investigadores calculan que los bosques de todo el mundo absorben unos 7.600 millones de toneladas métricas de CO2 cada año, ejerciendo de sumidero neto de carbono de, aproximadamente, 1,5 veces las emisiones anuales del conjunto de Estados Unidos.
