La huella hídrica es el volumen total de agua dulce utilizada para producir los bienes y servicios consumidos por un individuo o una comunidad, o bien, producidos por una empresa. El uso del agua requerida para ello se mide en términos de volúmenes de agua evaporados o incorporados a un producto.
La Organización Mundial de la Salud calcula, por ejemplo, que consumimos alrededor de 200 litros de agua en una ducha de 10 minutos de duración. Como consecuencia de nuestras actividades diarias, una persona consume de media 1.385 metros cúbicos de agua cada año. De igual forma, se puede calcular la huella hídrica necesaria para producir un alimento; por ejemplo, para un litro de leche, se estima que son necesarios mil litros de agua, según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
La huella hídrica es un indicador medioambiental que surgió en 2002, de la mano del profesor Arjen Hoekstra, de la Universidad de Twente (Holanda). En la actualidad, y tras dos décadas de evolución de este concepto, han surgido diferentes iniciativas, tales como la de la Water Footprint Network (WFN) o la de la ISO 14046, entre otras, que están impulsando la filosofía y la importancia de la huella hídrica.
Para calcular la huella hídrica de un producto hay que conocer la cantidad de agua consumida de forma directa e indirecta para su producción. El consumo directo incluye el agua usada y/o contaminada durante el proceso de elaboración, además del agua incorporada como ingrediente, mientras que el consumo indirecto corresponde al agua necesaria para producir las diferentes materias primas utilizadas en el proceso.
Existen tres tipos de huella hídrica. Por un lado, la huella hídrica verde, que está relacionada con el agua de lluvia incorporada a un producto. Por otra parte, la huella hídrica azul, que tiene que ver con el consumo de agua dulce evaporada, ya sea superficial o subterránea, incorporada en el producto, devuelta en otra cuenca o en un periodo distinto al de la extracción. Y la huella hídrica gris, que está relacionada con la calidad del agua y su posible contaminación.
La huella hídrica permite evaluar el nivel de sostenibilidad de una empresa, midiendo el consumo de agua en todas sus actividades, un indicador que se puede complementar con otros como la huella de carbono, obteniendo así un análisis global de su nivel de sostenibilidad. Estos parámetros son especialmente importantes en el sector agrícola, pues los consumidores están dispuestos a pagar más caros aquellos alimentos elaborados o producidos a través de un modelo sostenible, que optimiza el uso de un recurso tan importante como el agua y reduce la emisión de dióxido de carbono, contribuyendo a paliar el cambio climático.
En este sentido, en agricultura, un mayor uso de agua no significa siempre una mayor producción por parte de una empresa. Ejemplo de ello es el estudio titulado ‘La gestión integrada de los recursos hídricos en Andalucía y el Norte de Marruecos’, elaborado por investigadores de la Universidad de Córdoba, que incluye un capítulo sobre ‘La huella hídrica de los productos agrícolas como herramienta de gestión del agua de riego’, que compara el comportamiento de dos cultivos muy diferentes: uno intensivo, fresa producida en Huelva; y otro extensivo, la remolacha azucarera de Castilla y León.
El análisis ha identificado las prácticas de riego ineficientes en ambos cultivos utilizando la misma metodología, destacando que no es necesario usar más agua para obtener un mayor volumen de producción, así como posibles medidas de mejora y buenas prácticas de riego que permitan reducir la huella hídrica.
