La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) nos recuerda que el dióxido de carbono (CO2) se puede almacenar o secuestrar tanto en reservas terrestres como en ecosistemas acuáticos, convirtiéndose ambos en sumideros de CO2, cuyo potencial se puede incrementar a través de la rehabilitación de suelos degradados y una serie de prácticas para la conservación del suelo.
El suelo está considerado como el segundo sumidero de carbono mundial, solo superado en esta faceta por los océanos y los mares. Este efecto se produce como consecuencia de que las plantas extraen el carbono de la atmósfera para realizar la fotosíntesis; entonces, el CO2 sobrante se distribuye a través de las raíces y se deposita en la tierra. Este carbono, si no se altera, puede permanecer ‘secuestrado’ durante años, por lo que un suelo sano contribuye a mitigar las consecuencias del cambio climático, de ahí la importancia de fomentar la biodiversidad, la recuperación de ecosistemas esenciales y el uso sostenible de la tierra.
Los cambios registrados en el suelo pueden afectar a la cantidad de CO2 acumulado, influyendo en las concentraciones de gases de efecto invernadero, lo que pone de relieve la necesidad de una óptima gestión del suelo y de los factores que afectan a su biodiversidad y funcionalidad.
Los suelos cultivables contienen en torno a tres veces más carbono orgánico que las plantas y el doble que la atmósfera. Sin embargo, estos suelos han perdido gran parte de su contenido en carbono, sobre todo, en regiones con una agricultura más intensiva. Aunque las prácticas agrícolas para almacenar carbono en suelos están extendidas entre los agricultores, es necesaria más información sobre el tiempo y los recursos requeridos para adoptar este tipo de prácticas y conocer su impacto en el almacenamiento de carbono del suelo.
En este sentido, el Grupo Focal europeo sobre ‘Secuestro de carbono en suelos cultivables’ identificó una serie de prácticas de manejo que capturan CO2 en suelos agrícolas a largo plazo, a la vez que mejoran la calidad del suelo: mantener el suelo cubierto mediante cultivos intercalados, cultivos de cobertura, rotaciones de cultivos (incluyendo plantas perennes), así como prácticas agroforestales; añadir enmiendas de materia orgánica proveniente de fuentes locales; reducir la descomposición de la materia orgánica al disminuir la perturbación del suelo mediante técnicas de laboreo mínimo y agricultura de precisión; y controlar la humedad del suelo a través de la gestión del uso del agua.
Este Grupo Focal considera esencial sensibilizar a los agricultores y consumidores sobre la importancia de capturar carbono, tanto para mitigar el cambio climático como para aumentar la salud y fertilidad del suelo. Por ello, ha identificado posibles indicadores de carbono en suelos para evaluar el impacto de las prácticas agrícolas. De esta forma, los avances en teledetección crean oportunidades para desarrollar tecnologías de agricultura inteligente para monitorear mejor el contenido de carbono del suelo y aumentar la conciencia sobre el impacto de las prácticas agrícolas sobre este parámetro.
Recientemente, el Parlamento Europeo ha revelado, a través de un informe, el potencial que poseen los suelos agrícolas de la UE para secuestrar carbono. En la actualidad, poseen casi un tercio, en concreto, el 31% del stock de carbono, además de que cuentan con un gran potencial para mejorar esta capacidad.
Según este estudio, en los primeros 20 centímetros del suelo agrícola de la UE hay 34 gigatoneladas de carbono orgánico, es decir, 34.000 millones de toneladas de carbono orgánico, cifra que asciende hasta las 75 gigatoneladas si hablamos de los 30 primeros centímetros de profundidad.
Los suelos del norte y del noreste europeo son los más ricos en carbono, pues alrededor del 50% del carbono orgánico total de la UE se encuentra en Irlanda, Finlandia, Suecia y el Reino Unido, mientras que los países del sur son, generalmente, los más pobres en carbono orgánico, entre ellos, Polonia, Portugal, Italia, España, Grecia y Hungría. A pesar de ello, los suelos agrícolas del sur y la zona mediterránea de la UE son los que poseen un mayor potencial de secuestro de dióxido de carbono, de hasta 67 millones de toneladas al año.
Fomentar el secuestro de carbono en los suelos agrícolas se enmarca dentro del impulso de prácticas necesarias para incentivar el desarrollo de una agricultura más sostenible, desde todos los puntos de vista, económico, social y medioambiental, haciéndolo con todas las garantías de calidad y seguridad alimentaria. Para ello, la UE ha puesto en marcha el Pacto Verde Europeo, que recoge la estrategia sobre biodiversidad para 2030, diseñada para proteger la naturaleza y restaurar los ecosistemas degradados, fomentar su gestión de forma sostenible, en beneficio de las personas, el clima y el planeta.