Con los ecos de las consecuencias de la Covid-19 aún resonando entre nosotros, el futuro sobre la situación económica en España no está exento de incertidumbre. Y es que las previsiones de crecimiento iniciales, cuando la tasa de vacunación comenzó a ganar impulso, se han enfriado meses después debido a numerosas variables que han arrojado algunas dudas sobre el futuro. Entre ellas, destaca la elevada tasa de inflación, que amenaza con mermar el poder adquisitivo de ahorradores e inversores, ante unos tipos de interés negativos y el escaso o nulo rendimiento de los depósitos en las cuentas corrientes.
Por ello, es importante conocer las mejores opciones para obtener una atractiva rentabilidad. En este sentido, invertir en agricultura supone una de las alternativas más interesantes, tanto para aquellos inversores que no sean agricultores como para aquellos que se dediquen a este sector como medio de vida. Este es el decálogo de razones por las que invertir en agricultura:
1. Es un sector estable: la agricultura es una actividad alejada de la especulación y la volatilidad de otros sectores económicos, por lo que se ha convertido en un ‘refugio’, al resguardo de los vaivenes e incertidumbres, según los datos de aportación al Valor Añadido Bruto de las dos últimas décadas, que arrojan un crecimiento superior al 1,5%, mientras el valor de la producción agrícola ha aumentado más de un 30% en ese mismo periodo. Su contribución al Producto Interior Bruto en España roza el 11%, mientras que genera más del 14% del empleo nacional
2. Bajo riesgo: la actividad agrícola arroja un riesgo muy bajo para el inversor debido a la estabilidad y el crecimiento que viene experimentando desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo, considerado un sector estratégico para el Gobierno, así como para la Administración europea, como así queda patente con el impulso de medidas como el Pacto Verde.
3. Elevada productividad y competitividad: el sector agroalimentario destaca por su elevada productividad, que es un 38% superior a la de la Unión Europea de los 27, según las cifras del cierre de 2020. Además, tiene unos costes laborales un 32% más reducidos que la UE-27, por lo que es mucho más competitivo que el conjunto del agro europeo.
4. Fácil de amortizar y rentable: los pujantes ratios de productividad y competitividad del agro español lo sitúan como un sector cuyos proyectos de inversión arrojan mejores márgenes de rentabilidad y, por lo tanto, son más fáciles de amortizar, no solo con un menor riesgo, sino en un menor plazo temporal.
5. Moderno e innovador: en las últimas décadas, la agricultura española ha protagonizado una profunda transformación en cuanto a medios y técnicas de producción, que ha sido posible gracias a la progresiva mecanización, al uso de fertilizantes y productos de sanidad vegetal y a la incorporación continua de avances tecnológicos. En su permanente apuesta por el I+D+i, el campo ya está adoptando la siguiente fase, sumando nuevas tecnologías como los robots, los sensores, las aplicaciones y el software especializado. La inversión privada en I+D del sector agroalimentario español se incrementó casi un 12% en 2018 (último dato disponible), hasta alcanzar los 354 millones de euros, lo que supone más del 4% de la inversión empresarial del conjunto de España.
6. Motor de la economía española: la Covid-19 ha hecho mella en todas las actividades económicas salvo en la agricultura. Según los datos del INE, el ejercicio 2020 cerró con una histórica caída del PIB, que se situó en el -10,8%; por ramas económicas, la industria registró un -9,6%, la construcción, un -14,5%, los servicios, un -11,15, y la agricultura contabilizó un aumento del +5,3%. Además, constituye el auténtico motor de las exportaciones españolas, contribuyendo a mejorar la balanza comercial cada año. En concreto, el saldo comercial agrícola ha pasado de casi 3.000 millones de euros en 2005 a superar los 6.000 millones de euros en 2017.
7. Resiliencia: Sin vivir al margen de la coyuntura económica, el sector agrícola registra habitualmente una estabilidad y resiliencia a las crisis económicas superior al resto de sectores, en buena parte gracias a su clara orientación hacia el sector exterior. Por ejemplo, en la reciente crisis que ha atravesado España, el VAB del sector agrícola se vio afectado negativamente, pero se recuperó mucho más rápido que el conjunto de la economía del país. En particular, durante el periodo 2008-2013, el VAB agrícola se incrementó en un 1% mientras que el PIB a precios corrientes del conjunto de la economía cayó en un 9% .
8. Amplio abanico de oportunidades para productos de alto valor: en España hay una serie de cultivos considerados de alto valor, gracias a su buen posicionamiento en los mercados internacionales, cuya demanda cuenta aún con potencial de crecimiento. Además, se trata de cultivos que tienen a su alcance la posibilidad de desarrollarse mediante sistemas de producción sostenibles, con unos costes de producción contenidos, a los que se les pueden aplicar los avances tecnológicos que han venido al sector agro para quedarse y que facilitan la toma de decisiones minimizando el riesgo y garantizando un óptima rentabilidad. Entre ellos, destacan el almendro, el pistacho, el nogal, el olivar, el aguacate y los cítricos.
9. Fácil acceso a financiación: la banca tiene la vista puesta en el agro desde hace años por tratarse de un sector estable, cuya inversión ofrece un bajo riesgo y con un plazo de amortización relativamente pequeño. Por ello, las entidades financieras de referencia en España cuentan con departamentos especializados en agroalimentación, que ponen al alcance de la mano las posibilidades de financiación de proyectos de inversión en cultivos de alto valor con unas condiciones financieras muy competitivas.
10. Inversión segura para un amplio colectivo: la agricultura ofrece la posibilidad de invertir en una actividad segura tanto para aquellas personas que no conocen el funcionamiento del sector y desean sacar partido a sus ahorros, como para los agricultores que desean diversificar sus cultivos porque ven cómo sus explotaciones extensivas y de escasa tecnificación no ofrecen el rendimiento y la rentabilidad suficientes para garantizarles su supervivencia.