La realidad es que las nuevas generaciones no piensan que dedicarse a la agricultura sea un medio de vida rentable o fácil. La agricultura se suele mostrar como una forma de vida dura, poco rentable y hasta de poco prestigio; una actividad, en definitiva, que no goza de las comodidades asociadas a la vida urbana. Esto genera una sensación de desapego por una tierra que había sido cultivada por padres, abuelos, bisabuelos… El trabajo del campo no es deseable dado el enfoque que se le ha dado en los últimos tiempos, especialmente desde ciertos medios de comunicación, desde los que se insiste en ofrecer una visión del campo como algo duro y poco gratificante.
España ha sido un país agrícola durante mucho tiempo, algo que puede ofrecer una gran oportunidad de futuro y que, en vista del contexto hacia el que nos encaminamos, sería un error abandonar. Somos, según la ONU, 7.000 millones de personas en la Tierra y seremos, en menos de veinte años, 1.500 millones más que ahora. La mayor parte de este crecimiento se producirá en zonas urbanas, que crecerán para acoger a nuevos residentes a expensas de tierras cultivables. En este contexto, la agricultura y la ganadería serán mucho más necesarios y deberán surgir los medios para que, además, pueda producir de forma más eficiente.
España ha sido un país agrícola durante mucho tiempo, algo que puede ofrecer una gran oportunidad de futuro y que, en vista del contexto hacia el que nos encaminamos, sería un error abandonar. Somos, según la ONU, 7.000 millones de personas en la Tierra y seremos, en menos de veinte años, 1.500 millones más que ahora. La mayor parte de este crecimiento se producirá en zonas urbanas, que crecerán para acoger a nuevos residentes a expensas de tierras cultivables. En este contexto, la agricultura y la ganadería serán mucho más necesarios y deberán surgir los medios para que, además, pueda producir de forma más eficiente.
No se trata únicamente de la creciente población mundial, sino de los efectos de la emergencia climática que atravesamos. Cada vez son más los expertos que alertan sobre las consecuencias que el cambio climático tendrá (y ya tiene) sobre nuestro entorno y nuestro modo de vida. También la agricultura se verá afectada, alterando las características del suelo y la climatología, y afectando a la productividad de las tierras.
Así, mientras se advierte de que las tierras cultivables serán más escasas y no habrá mano de obra para que sigan adelante, la agricultura tendrá una demanda cada vez mayor.
Demostrar a las nuevas generaciones que la agricultura es un sector que ofrece excelentes expectativas de futuro es un paso necesario para cambiar la percepción y el rumbo actuales. Garantizar el alimento de esa población creciente en nuestro mundo es una tarea que, como es fácil deducir, será cada vez más necesaria. La investigación y las ayudas para que el campo se tecnifique pueden ser la garantía de ese cambio, reduciendo costes energéticos, empleando modernos sistemas de riego, valorizando los cultivos sostenibles… Tecnificar la agricultura y asegurar los medios para que pueda optimizar su producción puede abrir el camino para que los agricultores del futuro puedan percibir que tendrán buenas perspectivas quedándose en sus tierras y continuando el trabajo agrícola.
Revitalizar la inversión y la financiación agrícola puede servir también para hacer frente a otros retos que ahora enfrentamos. El uso de infraestructuras hidráulicas optimizadas y la instalación de sistemas modernos de riego automatizado, por ejemplo, se presenta como una solución efectiva para aliviar el estrés hídrico que sufren ya algunas comunidades, acosadas por la sequía en determinadas épocas del año, lo que afecta también a las explotaciones agrícolas. No en vano se considera al agricultor como uno de los principales activos en la lucha contra los efectos del cambio climático, ya que, de su entorno, depende su actividad.
Al fin y al cabo, si todo se hace bien, existe la posibilidad, de que ese camino iniciado del campo a la ciudad se invierta. No son pocas las ocasiones en las que, ya ahora, podemos ver gente que retorna a una “España vaciada” que, en los próximos años, deberá ser capaz de suplir las necesidades de una población creciente, produciendo más de forma más eficiente.
Así, mientras se advierte de que las tierras cultivables serán más escasas y no habrá mano de obra para que sigan adelante, la agricultura tendrá una demanda cada vez mayor.
Demostrar a las nuevas generaciones que la agricultura es un sector que ofrece excelentes expectativas de futuro es un paso necesario para cambiar la percepción y el rumbo actuales. Garantizar el alimento de esa población creciente en nuestro mundo es una tarea que, como es fácil deducir, será cada vez más necesaria. La investigación y las ayudas para que el campo se tecnifique pueden ser la garantía de ese cambio, reduciendo costes energéticos, empleando modernos sistemas de riego, valorizando los cultivos sostenibles… Tecnificar la agricultura y asegurar los medios para que pueda optimizar su producción puede abrir el camino para que los agricultores del futuro puedan percibir que tendrán buenas perspectivas quedándose en sus tierras y continuando el trabajo agrícola.
Revitalizar la inversión y la financiación agrícola puede servir también para hacer frente a otros retos que ahora enfrentamos. El uso de infraestructuras hidráulicas optimizadas y la instalación de sistemas modernos de riego automatizado, por ejemplo, se presenta como una solución efectiva para aliviar el estrés hídrico que sufren ya algunas comunidades, acosadas por la sequía en determinadas épocas del año, lo que afecta también a las explotaciones agrícolas. No en vano se considera al agricultor como uno de los principales activos en la lucha contra los efectos del cambio climático, ya que, de su entorno, depende su actividad.
Al fin y al cabo, si todo se hace bien, existe la posibilidad, de que ese camino iniciado del campo a la ciudad se invierta. No son pocas las ocasiones en las que, ya ahora, podemos ver gente que retorna a una “España vaciada” que, en los próximos años, deberá ser capaz de suplir las necesidades de una población creciente, produciendo más de forma más eficiente.