La agricultura intensiva es un sistema de producción centrado en la obtención de productos agrícolas mediante el empleo de sistemas de cultivo de alta eficiencia basados en la eficiencia en el uso de los recursos productivos, con el objetivo de disponer de ellos para un uso comercial y que proporcionen una óptima rentabilidad para el agricultor.
La agricultura intensiva se erige como uno de los métodos de producción agrícola más conocidos del mundo. Este tipo de agricultura emplea herramientas que permiten obtener una elevada cantidad de productos agrícolas, con la vista puesta en arrojar el mayor rendimiento posible de kilos por metro cuadrado de explotación, en equilibrio con el menor coste y utilización de recursos posibles, de forma similar a los modelos de economía de escala implantados en la industria.
Para ello, la agricultura intensiva emplea maquinaria y métodos de alto valor añadido, por lo que requiere un elevado grado de tecnificación de las tareas, así como de profesionalización de las personas implicadas en cada una de ellas.
Entre las ventajas de la agricultura intensiva, destaca que es un modelo de producción a gran escala, que apuesta por la tecnificación y la modernización de los sistemas productivos y arroja una mayor productividad en el uso de los recursos, principalmente, la tierra. Debido a ello, genera un mayor valor añadido para el agricultor, además de que supone un impulso directo e indirecto para otros sectores económicos, que se ven beneficiados por el mayor número de bienes y servicios que necesita, generando un efecto positivo en la economía y el empleo.
El reto de la agricultura intensiva pasa por lograr su implantación de forma sostenible desde todos los puntos de vista, no solo el económico, sino también el social y el medioambiental, es decir, que su desarrollo y su difusión se lleven a cabo en equilibrio con el uso de los recursos (tierra, agua, fertilizantes, fitosanitarios, energía, etc), de forma que permita abastecer de alimentos a la creciente población mundial a un precio razonable para el consumidor, a la vez que otorgue una óptima rentabilidad al productor.