La agricultura extensiva es un sistema de producción agrícola que se centra en la utilización de los recursos naturales para la obtención de la producción que se emplea en terrenos muy amplios, con grandes campos de cultivo. Su objetivo, como el de cualquier tipo de agricultura, es maximizar la producción, aunque, a diferencia de la agricultura intensiva, presenta un menor grado de tecnificación, por lo que su rendimiento y, por lo tanto, su eficiencia, son menores.
Este método agrícola se suele relacionar con la agricultura ecológica porque, en muchos casos, utiliza una menor cantidad de insumos químicos, tales como fertilizantes y fitosanitarios o, incluso, no los emplea, por lo que se dice de este sistema que es una vuelta a los orígenes de la actividad agrícola.
La agricultura extensiva es característica de aquellas zonas geográficas más pobres en recursos tecnológicos y químicos, así como en territorios áridos y con difícil acceso al agua para el riego.
Entre las principales ventajas de la agricultura extensiva destacan que necesita menos recursos técnicos y humanos; por lo general, arroja un menor impacto medioambiental; su producción se basa en los recursos disponibles de su entorno natural; se puede convertir en agricultura ecológica, con lo cual, obtiene un valor añadido en el mercado; requiere de una menor inversión de capital.
Por su parte, las desventajas de la agricultura extensiva se centran en que la rentabilidad es menor que la de la agricultura intensiva, ya que los beneficios se obtienen a más largo plazo; es necesario disponer de una gran cantidad de terreno para cultivar bajo este sistema; arroja una reducida tasa de productividad por hectárea; al contar con menos tecnología, se ve más afectada y amenazada por los factores externos (sequías, altas y bajas temperaturas) y tiene por ello una mayor dependencia de los ciclos productivos.